domingo, 11 de octubre de 2015

Reseña: The Raven That Refused To Sing (And Other Stories) - Steven Wilson

Quiero empezar esta sección de reseña/recomendación con uno de los discos que más me han gustado de los últimos años: The Raven That Refused To Sing (And Other Stories)




 Lista de canciones

  1. Luminol (12:10)
  2. Drive Home (07:27)
  3. The Holy Drinker (10:13)
  4. The Pin Drop (05:03)
  5. The Watchmaker (11:42)
  6. The Raven that Refused to Sing (07:57)


Músicos:
  • Steven Wilson: Voz, mellotron, teclados, guitarras, bajo en The Holy Drinker.
  • Nick Beggs: Bajo, Chapman Stick en tema The Holy Drinker, coros.
  • Guthrie Govan: Guitarra principal.
  • Adam Holzman: Teclados, órgano Hammond, piano, sintetizador.
  • Marco Minnemann: Batería y percusión.
  • Theo Travis: Flauta, saxo, clarinete.
  • Jakko Jakszyk: Voz adicional en Luminol y The Watchmaker.
  • Alan Parsons: Guitarra en The Holy Drinker.





Si el que lee esta reseña es aficionado del mundillo del rock progresivo, Steven Wilson es un nombre que probablemente conozca, le guste o no su música, ya que no sólo compone y saca discos, sino que es productor de otros grupos como Anathema u Opeth, además de encargarse de la remasterizaciones trabajos de grupos clásicos como Jethro Tull o King Crimson.

Centrándonos en su música: sus trabajos más importantes los publicó con su grupo, Porcupine Tree, del que era líder absoluto. Tras el último disco del grupo, The Incident (2009), el inglés anunció que la banda se tomaría un descanso indefinido, y que sus próximos discos serían trabajos en solitario. Personalmente, creo que fue una muy buena decisión, ya que con The Incident, siendo un discazo como es, se notaba un estancamiento en el estilo y la composición, recordando mucho a trabajos anteriores. De hecho, Insurgentes, su primer trabajo en solitario publicado un año antes, me gustó bastante más.

En 2011 nos llegó el primer fruto de esa decisión, Grace For Drowning, un álbum de 80 minutazos que alcanza una inmensidad nunca antes vista en su carrera. Un disco ambicioso y complejo, que reseñaré en su momento.

Y por fin llegamos a The Raven That Refused To Sing (And Other Stories), publicado en 2013.

Es un trabajo menos ambicioso que Grace For Drowning, pero más homogéneo y cohesionado, con seis historias muy influenciadas por los cuentos de Edgar Allan Poe, M. R. James y demás escritores de terror decimonónicos. En las letras se exploran conceptos como la muerte, el sentimiento de pérdida, el tiempo o la culpa. Es un disco melancólico y emotivo, sin llegar a ser triste en mi opinión.

The Raven That Refused To Sing (And Other Stories) se compuso y se grabó tal y como hacían los grandes grupos de los 70, es decir, todos los músicos tocando juntos, buscando así la improvisación y la espontaneidad, debido también a que gente como Nick Beggs o Marco Minnemann (a quien vimos en el casting para nuevo batería de Dream Theater tras la marcha de Mike Portnoy, puesto que finalmente se quedó Mike Mangini) vienen del jazz, y eso había que aprovecharlo. De hecho, es un disco muy jazzístico en algunas de sus partes. Según Steven Wilson, la idea no era hacer sólo un homenaje al rock progresivo de aquella década, sino que sonara como si se hubiera compuesto y grabado en los propios setenta. Para ello reclutó al famoso Alan Parsons, mítico ingeniero de sonido de clasicazos como Dark Side of the Moon, para ayudarle en la producción del disco. Como podèis ver, todo un Dream Team.

Y es algo que consigue, ya que tiene poco que envidiar a los discos clásicos del rock progresivo. Ya nos lo deja claro con Luminol, la primera canción del álbum, la cual empieza con una línea de bajo majestuosa que nos mete de lleno en un viaje lleno de cambios de ritmo, melodías, solos de flauta, de guitarra, de saxo, piano jazzístico... Y sólo es el principio. El relato versa sobre un músico callejero no muy bueno, que sigue tocando donde siempre tocaba incluso después de morir, aunque él no se de cuenta de que está muerto. Canción que, por cierto, en directo gana muchisimo.



Drive Home fue el single del disco. Una canción muy emotiva y bella, que trata sobre un hombre que no supera la muerte de su esposa en un accidente de tráfico mientras él conducía. Un corte acústico que acaba con un solo de guitarra desgarrador, para mí el mejor del disco. Recomiendo ver el videoclip, pues es una obra maestra.


 

The Holy Drinker tiene una premisa argumental muy curiosa: un hombre reta al demonio a ver quién bebe más de los dos. Musicalmente es la canción más experimental y alocada del disco, con constantes cambios de ritmo y el saxo muy presente. Es el tema más jazzístico del álbum. Por cierto, no voy a spoilearos quién ganó.


The Pin Drop es la canción que más me costó captar en su momento, pasando sin pena ni gloria por mis oído, aunque con las escuchas ha ido ganando bastante. Aún así, me sigue pareciendo la canción con menos protagonismo del álbum. Su historia trata sobre la aparición de una mujer que fue asesinada por su marido.


The Watchmaker tiene un inicio lento, con piano, guitarra acústica y flauta (Hay que decir que Theo Travis se sale en todo el disco), que va in crescendo a medida que los demás instrumentos se añaden. Más conservadora que Luminol y The Holy Drinker en cuanto a cambios de ritmo, mantiene siempre el tono melancólico y de culpa. Es un relato que nos habla de un relojero que ha estado casado 50 años con una mujer a la que nunca amó, por lo cual decide matarla. Pero su esposa vuelve de entre los muertos, haciéndole ver que nunca podrán separarse.


The Raven that Refused to Sing, canción que da nombre al disco. Es la más melódica y la que quizás mejor entra a la primera escucha. La voz de Steven Wilson, quien nunca se ha caracterizado por ser un gran vocalista, cobra especial protagonismo en este track, contándonos la historia de un viejo solitario y amargado, que nunca pudo superar la muerte de su hermana mayor, a la que ve reencarnada en un cuervo. Pero no puede saber que es ella hasta que el cuervo cante. Es un tema que me recuerda muchísimo a Anathema. El videoclip, al igual que el de Drive Home, es una delicia de vista obligada.




Su ambientación, sus aires setenteros, las letras... Todo confluye para dar forma a un álbum que se ha convertido en un clásico moderno del rock progresivo.

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